A María lo que mas lea asustaba, eran los
finales. Los finales de película, de libros, de discos; de vacaciones, fin de
año, fin de semana, finales de recorrido de los colectivos. La idea de “concluir”,cualquier
cosa, se le presentaba perturbadora.
Cada vez que empezaba algo se deprimía.
Por que para ella, el principio era vivido, al mismo tiempo, como un
final. Cosa que a María la desesperaba
bastante, por su incapacidad de no poder disfrutar de los inicios.
Pero había una cosa, una sola cosa , que
le daba bastante curiosidad: era ese único acto que al finalizar no podía mas que producirle mucho placer. El
orgasmo para María, era una paradoja: lo que empezaba allí, era un final en si
mismo; acabar.
María podía llegar a tener mas de siete
orgasmos por día. Pero no se equivoquen, para ella cada descarga cinestésica,
no eran mas que un trabajo de investigación filosófica.
Ella se tocaba en el baño, en el trabajo,
en los medios de transporte, en los probadores de los negocios de ropa; para
ella, cualquier lugar y momento era bueno, si de orgasmos se trataba.
La plenitud de sus orgasmos, en esos instantes
tan ínfimos de conjunción amalgamada de principio-final, de todo-nada,
de vacuidad-completud, hacia que María repitiese una y otra vez los rituales,
que ella creía, podían hacerle comprender mejor su fobia a lo finito. Pero los
estallidos humedecidos de calor psicótico de nada servían para vencer sus
miedos. Solo le recordaban el vacío que le dejaba la experiencia una vez que había
concluido.
Para María todo lo que no era un orgasmo
era un final interminable. Por eso se refugiaba en los placeres mas hedonistas,
olvidando así cualquier embuste psíquico, consecuencia de la tremenda ansiedad
que le causaba terminar las cosas.
¡Vivir acabando! gritaba y repetía.
Empezar a acabar era lo mas hermoso que
María podía sentir.
Y entre los espacios, en los que se
volvía a secar su hueco genital, ella esperaba atenta a que cualquier cosa sorprendiera y la excitara nuevamente, para
poder llegar al principio de ese placer mas extremo, enloquecedor, irracional y
explosivo…
Ahora, ustedes seguramente están
esperando que pase algo; que quiebre la continuación y el sentido de este
cuento, que ocurra un acontecimiento que modifique los elementos narrativos y
las circunstancias en la vida de María. Y
que concluya de alguna manera diferente, o acaso un final sorpresivo o
espectacular.
Pero tengo una mala noticia: en esta cuento
no ocurre nada de eso.
María simplemente sigue experimentando todos los días los mas asombrosos y fantásticos orgasmos; por lo que
seria difícil definir, que es, lo que concluye en esta historia. Porque la que
escribe, también tiene terror a terminarla.
La que escribe tambien se asusta de los
finales, entonces prefiere vivir en los principios de las descripciones. En los
inicios de los ficciones. En los comienzos de los recorridos.
Pero si me pregunto:
¿si los finales no angustiaran tanto, los
orgasmos, serian tan intensos y tan placenteros como lo son? ¿la intensidad del
presente, es intensidad únicamente por que en algún momento concluye? ¿si todo
fuera puro placer interminable, existiría el orgasmo como el final mas exitante?...